Diariamente observamos a nuestro alrededor muchos sufrimientos que pueden hacernos sentir impotentes, si no abren vislumbres de la humanidad. A veces, sin embargo, la respuesta viaja en WhatsApp, como le sucedió a una pequeña comunidad de la ciudad de Italia que quiere vivir la unidad: "... en el hospital donde trabajo hay un joven extranjero, que está completamente solo y se está muriendo. ¿Quizás alguien podría pasar unos minutos con él, para darle algo de dignidad a esta situación?"Es un shock: las respuestas se siguen rápidamente. El mensaje de aquellos que han estado presentes en las últimas horas dice: "Al lado de la cama, inmediatamente vimos que la ayuda es puntual, cuidadosa y amorosa y que, por lo tanto, no teníamos nada que hacer concreto, excepto estar allí. Ni él, Por ahora en coma, podría beneficiar nuestra presencia ". ¿Inútil? En esas pocas horas, una pequeña comunidad, dentro y fuera del hospital, acompañada y dado de significado. Quién sabe si una madre lo llorará en su país. Ciertamente, su "pasaje" no fue en vano para aquellos que han podido amar a ese joven, ya no desconocido.
La compasión es un sentimiento que proviene de adentro, de la profundidad del corazón humano. Lo hace capaz de interrumpir su viaje lleno de compromisos y citas frenéticas del día y tomar la iniciativa de acercarse y ofrecer una mirada de atención, sin temor a "tocar" las heridas.
Chiara Lubich lo explica con una simplicidad incisiva: «Imaginemos que estamos en su situación y lo tomemos como nos gustaría que nos traten en su lugar. ¿Tiene hambre? Tengo hambre, pensemos. Y comerlo. ¿Sufres injusticia? ¡Soy yo quien lo sufre! Y decir palabras de consuelo y compartimos sus sanciones y no donamos la paz hasta que se ilumina y se levanta. Lentamente veremos el mundo que nos rodea "[1].
La sabiduría africana con un proverbio marfil: "Los que dan la bienvenida a un extranjero albergan un mensajero".
Esta idea nos ofrece una clave para lograr el humanismo más auténtico: nos hace conscientes de la humanidad común, en la que se refleja la dignidad inherente a cada hombre y mujer, y nos enseña valientemente superar valientemente la categoría de "cercanía" física y cultural. En esta perspectiva, es posible ampliar los límites de los "nosotros" al horizonte de "todos" y encontrar los mismos cimientos de la vida social. Y es importante cuidarnos a nosotros mismos, con la ayuda de los amigos con quienes caminamos juntos, cuando parece que sucumbimos al sufrimiento que nos rodea. Recordando eso -como dice el psiquiatra del psicoterapeuta Roberto Almada- "Si los cupones abandonan la batalla debido al cansancio, nuestra humanidad común correrá el mayor de los riesgos: el empobrecimiento del valor"[2].