Ante los desafíos globales, los escenarios trágicos que afectan al planeta, las noticias que nos llegan, parece que todo conspira para dejarnos sin aliento, oscureciendo el horizonte. La esperanza aparece como un bien frágil, casi un espejismo. Entonces parece natural plantearnos esta pregunta: ¿podemos todavía "esperar" en un escenario, en un futuro mejor para la humanidad o estamos condenados a la resignación?

En esta circunstancia, podría ayudarnos lo que piensa el filósofo alemán Ernst Bloch (1885-1977), es decir, "la esperanza no es una ilusión pasiva, sino un "sueño hacia adelante", un principio activo que anticipa lo que aún no está dado. Está ligada a la idea de que el futuro es abierto y maleable, no predeterminado".[1].

Así es como cada uno de nosotros "todavía puede tener esperanza", como un sueño. Si sabemos mirar con atención, podríamos ver el amanecer de un nuevo despertar que ya está presente. Lo vemos en la pasión educativa de un maestro, en la honestidad de un empresario, en la rectitud de quien administra con integridad, en la lealtad de una pareja, en el abrazo de un niño, en el cuidado de una enfermera, en la paciencia de una abuela, en la valentía de quien resiste pacíficamente a la violencia, en la acogida de una comunidad.

Es más, el testimonio de los niños en zonas de guerra, donde encuentran entornos protegidos donde salvaguardar el futuro, nos habla de esperanza. Así lo dicen los dibujos realizados por las niñas y niños que participan en los programas de apoyo psicosocial de "Save the Children". Entre lápices y colores surgen esperanzas de convertirse en médicos, escritores o diseñadores de moda... Estos lugares seguros donde se encuentran ofrecen un contexto en el que jugar, expresarse e imaginar un futuro más allá del conflicto. Las obras fueron estrenadas con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el pasado 10 de octubre de 2025, y dan testimonio de la resiliencia de los más pequeños ante la guerra.[2].

Y por último, pero no menos importante, encontramos esperanza en millones de personas en todo el mundo: niños, jóvenes, adultos y ancianos que, afectados por enfermedades graves, afrontan con fuerza, tenacidad y resiliencia el desafío de superar este obstáculo que la "vida" les ha puesto: cuánto coraje y cuánto testimonio de amor a la vida nos ofrecen estas personas.

Estos signos, pequeños y cotidianos, nos recuerdan que la esperanza no es una ilusión, sino una fuerza real, fruto del amor que irradia y es capaz de transformar la sociedad paso a paso.

Todos tenemos sed de esperanza, tanto los que están cerca de nosotros como los que están lejos (física, existencial o culturalmente). Esta idea nos invita a no quedarnos quietos, sino a dar un paso para llevar esperanza a quienes la necesitan y han perdido todo sentido a la vida. Acerquémonos con un gesto de atención, haciéndonos cercanos, llevando nuestro amor con delicadeza y gratuidad. Son muchos los que lo esperan y estamos llamados a llegar a todos ellos.

Como escribe el poeta congoleño Henri Boukoulou: «[…] ¡Oh, esperanza divina! Aquí, en el sollozo desesperado del viento, se trazan las primeras frases del más bello poema de amor. ¡Y mañana será la esperanza!".[3].

[1] Ernst Bloch (1885-1977), El principio de esperanza (1954-1959) - “Il principio speranza” (ed. italiana)
[2] https://www.cittanuova.it/multimedia/i-sogni-dei-bambini-di-gaza-tra-guerra-e-colori
[3] Cfr. AA.VV. Poetas africanos anti-apartheid, I vol., Edizioni dell'Arco, Milán, 2003.