Los jóvenes hacen preguntas a Roberto Repollo, sacerdote, teólogo y profesor de teología, coordinador de la pastoral universitaria, hoy arzobispo de Turín, y Fabio Cantelli Anibaldi, filósofo, con una experiencia juvenil de drogadicción, hoy vicepresidente del Grupo Abele.
¿Es posible invitar a nuestros amigos a una velada de sábado centrada en temas existenciales? A simple vista podríamos haber respondido que no, y muchos lo repetimos: padres, amigos, conocidos... Sin embargo, decidimos intentarlo de todos modos y sí, fue posible, todavía no sabemos exactamente cómo, pero sucedió. .
La idea se materializa en una cita, un lugar acogedor, invitados, muchos folletos... luego llega el Covid y todo se vuelve a guardar en el cajón, hasta enero de 2022 cuando, superada la vacilación inicial, decidimos retomar la idea. en nuestras propias manos.
Involucramos a un par de amigos que inmediatamente proponen con entusiasmo nuevas ideas: así pasamos de la idea inicial del diálogo. creyentes – no creyentes a un horizonte más amplio en el que cada uno pueda reconocerse con su propia carga de dudas e incertidumbres, no tanto para encontrar las respuestas, sino para cultivar juntos las preguntas.
Los invitados son personas socialmente reconocidas: un teólogo (que desde entonces se convirtió en arzobispo de una gran ciudad) y un escritor y estudioso de la filosofía (o buscador, como le gusta definirse), con un pasado convulso a sus espaldas, que ha sabido utilizar para profundizar en lo más profundo de sí mismo y de la humanidad, haciendo de su vida una búsqueda perpetua.
A pesar de sus apretadas agendas, nos admira el entusiasmo con el que ambos aceptan nuestra propuesta de hablar no tanto por el rol que desempeñan, sino por la experiencia derivada de su vida diaria.
Con la ayuda de un filósofo nos centramos en las grandes cuestiones existenciales que nos preocupan: los cuatro temas de la velada toman forma: IDEALES - JUSTICIA - MAL - ESPIRITUALIDAD
Nuestro deseo es que las ideas para ofrecer a nuestros huéspedes no provengan sólo de nosotros, sino que reflejen las preguntas e inquietudes de un grupo más amplio y heterogéneo de jóvenes. Organizamos dos momentos de encuentro abiertos a amigos y conocidos para trabajar sobre los grandes temas en los que hemos pensado y poco a poco, reunión tras reunión, ¡la velada va tomando forma!
Un mes antes del gran día abrimos las inscripciones online y empezamos a dar a conocer el evento entre amigos, conocidos y compañeros, proponiendo la velada de la forma más personal posible, intentando llegar a todos estableciendo una relación. El resultado: ya 10 días antes se agotaron las 150 plazas puestas a disposición en la sala.
Llega la tarde. El público es numeroso y los invitados parecen sentirse a gusto enseguida. Al final de la velada, Fabio, uno de los dos interlocutores, tendrá la oportunidad de comunicarnos su asombro y emoción al comprender el gran clima de comunión y atención que reinó durante varias horas entre todos los participantes de la velada.
Su gran voluntad de profundizar de inmediato, poniendo sus vidas sobre la mesa con gran valentía y sensibilidad, hace de este un momento apasionante, en el que el tiempo parece suspendido. El papel público desempeñado por los invitados da paso a la profunda humanidad de estos dos hombres, que durante tres horas dialogan sobre cuestiones que nadie puede evitar. Las historias profundamente diferentes que los caracterizan no impiden que surja una sensibilidad común en la que los puntos de contacto son mucho más numerosos que las diferencias: el encuentro nunca toma la forma de un debate, sino que sigue siendo un momento de profundo intercambio.
Muchos de los participantes revelarán que se sintieron conmovidos en varios momentos, especialmente cuando se abordaron los temas de la enfermedad y la muerte.
La velada termina con una cena casi improvisada en una pizzería con un centenar de participantes. Charlando alrededor de la mesa, se desprende hasta qué punto las preguntas planteadas durante esta reunión son realmente sentidas entre los jóvenes del mundo en el que vivimos, y cuán vitales son los lugares para una discusión verdadera y sincera.
Cristina y Esteban (Turín)