La luz siempre ha simbolizado la vida. Cada día esperamos el amanecer como mensajero de un nuevo comienzo.

El tema de la luz ha estado presente en las historias de los pueblos y en las religiones antiguas. La tradición judía celebra la fiesta de las luces, Hanukkah, que conmemora la nueva dedicación del Templo de Jerusalén y la liberación de los cultos paganos. Los musulmanes encienden velas el día del nacimiento del profeta, Mawlid en árabe o Mevlid Kandili en turco. El festival de Diwali, cuyo nombre significa serie de luces, originalmente un festival hindú, también es celebrado por varias religiones indias para celebrar la victoria del bien sobre el mal. Para los cristianos, Jesucristo es la luz que ilumina las tinieblas del mundo. La luz, por tanto, es una realidad llena de un fuerte simbolismo.

Pero ¿existe alguna relación entre este simbolismo de la luz y nuestra vida?

Si la luz simboliza la vida, podemos decir que estamos en relación con ella cada vez que promovemos la paz y damos amor al prójimo, iluminando así las vicisitudes de la vida personal, familiar y social; cuando estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor y dispuestos a responder con el bien en las diferentes situaciones en las que nos encontramos, capaces de renunciar al sueño, a la apatía, permaneciendo lo más vigilantes posible. La decisión de habitar y vivir plenamente el tiempo es una elección de amor que se aplica a todos los seres humanos.

A veces también podemos acostumbrarnos a vivir en la oscuridad de nuestro corazón o conformarnos con las muchas luces artificiales, las diversas promesas de felicidad efímera y vacilar. El esfuerzo es hacer continuamente una elección que nos haga renacer, la de pasar de las tinieblas a la luz, amando y haciendo el bien a los demás.

El terremoto de este año en Turquía y Siria, que causó más de 50 mil víctimas, ha trastocado la vida de millones de personas. Quienes sobrevivieron a la catástrofe, comunidades enteras del lugar y de otros países, representaron puntos de fortaleza y valentía en sus esfuerzos por llevar ayuda inmediata y dar alivio a quienes perdieron seres queridos, hogares, todo, y donde la luz parecía desaparecida para siempre.

El verdadero amor todo lo puede (ya decía el poeta latino Virgilio Omnia vincit amor: el amor todo lo puede). Si estamos seguros de esto no seremos sorprendidos ni aplastados por acontecimientos que puedan perturbarnos.