¿Alguna vez hemos sido testigos de un hecho inusual que nos afectó y sentimos el deseo de compartirlo con los demás? ¿O por el contrario, que alguien compartió con nosotros algo que para él era de vital importancia?
La idea de este mes nos invita a dar testimonio y compartir experiencias positivas que pueden transformar nuestras vidas y nuestra sociedad.
Cezar Kurti, escritor albanés y traductor de creencias no religiosas, siempre decía que siempre le habían fascinado las palabras del Jesús histórico, a quien consideraba uno de los más grandes mártires de la humanidad. Y a lo largo de su vida, con amor y humildad, quiso dar testimonio del valor de la unidad y de la fraternidad entre todos los hombres, traduciendo La Divina Comedia de Dante y el libro Meditaciones de Chiara Lubich para su pueblo.
La historia de muchas comunidades que a lo largo de los siglos han compartido la propuesta de vida que Jesús hizo a los hombres de su tiempo, nos invita a explorar la fuerza intrínseca de sus palabras que, aún hoy, resuenan con fuerza en nosotros, invitándonos a la comunión fraterna y la construcción de sociedades más solidarias, comunidades fundadas en una íntima y profunda comunión de vida, más atentas a las desigualdades que nos rodean, más inclinadas a acciones de paz.
Ver hoy la experiencia de personas de diferentes religiones, opciones políticas, etnias y culturas que se aman fraternalmente y tratan juntos de mejorar la vida de su entorno, es un testimonio que nos hace ver la fraternidad en pequeña o gran escala y nos empuja. al pleno convencimiento de que la fraternidad universal es posible. Su testimonio nos atrae y nos involucra. Dentro de nosotros mismos y junto a los demás, encontraremos la fuerza para dar testimonio de ello con nuestra vida, superando miedos y miedos.
Las mujeres y los hombres que siguieron a Jesús fueron transformados al escuchar sus mensajes y, hoy, también nosotros podemos testificar que el amor que él ofrece nos hace libres, rompe todas las barreras y nos une a todos como verdaderos hermanos y hermanas.
Combinemos nuestras pequeñas fuerzas, nuestros talentos, utilizando nuestra creatividad y nuestra libertad para emprender, cada vez con mayor valentía, este camino de fraternidad, sabiendo que vivir el amor mutuo es contagioso porque responde a una necesidad vital de cada hombre.
Nuestro testimonio puede animar y empujar a otros que, al vernos, se unirán a nosotros a trabajar con lealtad y transparencia para construir el bien común al que todos aspiramos.