Todas las debilidades humanas que dificultan la comprensión mutua, la comunicación leal y sincera, la armonía que respeta la diversidad de experiencias y pensamientos, pueden ser curadas por el amor.
Se necesitan comportamientos concretos y coherentes para poder realizar el proyecto de fraternidad universal como verdaderos hermanos y hermanas; poner nuestras habilidades nuevamente en circulación; cuidarnos unos a otros, compartir nuestras aspiraciones más profundas; acogernos unos a otros sin juzgarnos, ofreciendo y recibiendo misericordia y perdón; Fomentar la confianza y la escucha. Son opciones confiadas a nuestra libertad y que a veces requieren la valentía de ser un "signo de contradicción" frente a la mentalidad actual.
Por eso es importante animarnos mutuamente en este compromiso, para no desfallecer y poder siempre valorar y testimoniar con alegría el valor inestimable de la unidad y de la paz.
Chiara Lubich dice que “Construir la paz requiere un amor fuerte, capaz de amar incluso a quien no corresponde, capaz de perdonar, de superar la categoría del enemigo, de amar la patria ajena como propia [...] Se requieren todavía corazones nuevos y nuestros ojos para amar y ver en cada uno tantos candidatos a la fraternidad universal".
“El mal surge del corazón del hombre”, escribió Igino Giordani, e “Para eliminar el peligro de guerra es necesario eliminar el espíritu de agresión, de explotación y de egoísmo del que proviene la guerra: es necesario reconstruir la conciencia”.
¿Cómo implementar todo esto? ¿Cómo reconstruir una conciencia orientada al amor?
Bonita Park es un barrio de Hartswater, una ciudad agrícola de Sudáfrica. Como en el resto del país, persisten los efectos heredados del régimen del Apartheid, especialmente en el ámbito educativo: las capacidades escolares de los jóvenes pertenecientes a grupos negros y mestizos son muy inferiores a las de otros grupos étnicos, con la consiguiente riesgo de marginación social. El proyecto “El Puente” nació para crear una mediación entre los diferentes grupos étnicos del barrio salvando distancias y diferencias culturales, con la creación de un programa extraescolar y un pequeño espacio compartido: un lugar de encuentro entre diferentes culturas, para niños y adolescentes.
Para gran alegría y sorpresa de todos, la comunidad muestra un gran deseo de trabajar juntos: Carlo ofrece su vieja camioneta para ir a buscar la madera con la que fueron hechos los pupitres, y el director de la escuela primaria más cercana, estanterías, cuadernos y libros, mientras los La Iglesia Reformada Holandesa dona cincuenta sillas. Cada uno intenta poner de su parte para construir nuevas relaciones entre todos, condición indispensable para tender puentes entre diferentes culturas y grupos étnicos.
Lo que pasó en Hartswater podría suceder en cualquier lugar, si lográramos crear "nuevos espacios de encuentro" donde vivimos, donde pudiéramos experimentar un diálogo constructivo entre todos, trabajando juntos, para ofrecer respuestas positivas a una humanidad que todavía sufre desigualdades, prejuicios y aún no puede superar "la categoría del enemigo" ni eliminar "el espíritu de agresión".
De esta manera crearemos verdaderos laboratorios de paz donde podremos ver "ese amor fuerte" en la base de cada acción concreta.