Nuestra experiencia diaria nunca está libre de problemas y desafíos, ya sean de salud, familiares, laborales, dificultades inesperadas, etc. Por no hablar del inmenso sufrimiento que muchos de nuestros hermanos y hermanas están viviendo hoy debido a la guerra, las consecuencias del cambio climático, las migraciones, la violencia... Son situaciones que muchas veces son más grandes que nosotros.
Ante ellos, es normal preocuparse y sentir la necesidad de sentirse seguro. El problema no siempre se resuelve, pero la cercanía de los verdaderos amigos nos consuela y nos da fuerza. Las dificultades vividas y afrontadas juntos son el recordatorio diario para seguir creyendo en aquellos valores de fraternidad, reciprocidad y solidaridad que hacen posible el camino. En esta relación fraterna podemos sentir la misma seguridad que sienten los niños cuando cuentan con padres que los aman y así viven la vida de otra manera, con más entusiasmo.
Para Chiara Lubich y para muchos que han seguido y siguen sus intuiciones, esta seguridad proviene de la fe de tener un Padre. Chiara dijo: «…la persona se sabe amada y cree con todo su ser en este amor. Se abandona confiadamente y él quiere seguirla. Las circunstancias de la vida, tristes o alegres, están iluminadas por una razón de amor que todas las quiso o permitió." Sus palabras se pueden aplicar a todos aquellos que han experimentado el amor verdadero al menos una vez en la vida.
La característica de un buen compañero de viaje es la de estar al servicio, en una dimensión personal hecha de conocimiento profundo y de compartir con respeto hacia todos. Se trata de vivir con transparencia, con coherencia, sin segundas intenciones, con un amor puro e incondicional que traiga paz, justicia y hermandad.
De esta manera, puede surgir el nuevo liderazgo que se necesita en nuestro tiempo. Un liderazgo que también favorezca una dinámica comunitaria en reciprocidad en la que nos reconozcamos sin perder nuestra identidad. Al contrario, lo sabemos, en la soledad se experimenta desorientación y pérdida de horizontes.
Nosotros mismos sólo podremos ser "guía" de quienes atraviesan momentos de dificultad si, a nuestra vez, hemos experimentado esta confianza en los demás. Como dice el pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire: “Nadie educa a nadie; nadie se educa a sí mismo; Los hombres se educan unos a otros a través de la mediación del mundo.[1]. Dicho de otra manera: en la comunidad educativa nadie enseña nada a nadie, sino que todos aprenden de todos en un contexto de diálogo y reflexión crítica sobre la realidad.
[1] Freire, Paulo (2012)”Pedagogía del oprimido” Ed. Siglo XXI