A menudo la vida nos lleva a situaciones en las que, poco a poco y sin quererlo, nos cerramos en nosotros mismos: una discusión, nuestras certezas, nuestro ego o nuestros miedos.

Pero a veces es suficiente detenerse frente a una pregunta simple hecha de palabras simples, para observar posibilidades inesperadas de cambio: "¿Quién eres para mí?" O, en otras palabras, "¿Quién soy para ti?" Preguntas que, como dice Margaret Karram, abren el camino para los gestos concretos: "Dar el primer paso, escuchar, no ahorrar tiempo, dejar que se toque el dolor"[1]. Es obvio: si pensamos en los demás, no pensamos en nosotros mismos, ni en nuestras debilidades, fracasos o heridas. Pensar en el otro nos lleva a ponernos en su lugar, en una actitud de reciprocidad: "¿Cómo me sentiría si el otro me dijera lo que le estoy diciendo?" o "¿qué puedo hacer por él?"

Si nuestras acciones nacen del deseo de priorizar el bienestar de quién tenemos al lado, todo puede adquirir una dimensión más grande, hasta el punto de que podemos decir a la otra persona que la amamos libremente y sin esperar nada a cambio.

Pero a veces, nos puede invadir el desaliento, la frustración, el cansancio. El médico estadounidense Ira Robert Byock afirma que los momentos de mayor desesperación nacen cuando uno se siente prisionero de “una jaula de rabia, miedo y desconfianza”[2]. En estos momentos, rindámonos a la fuerza del amor que todo lo puede, que nos libera de ataduras y nos anima a recomenzar sin miedo. Lo expresa así el grupo musical Gen Rosso en una de sus canciones: “Empezar de nuevo es como decir otra vez sí a la vida, para luego liberarse y volar hacia horizontes sin límites, donde el pensamiento no tiene miedo. Y ver tu casa volverse tan grande como el mundo. Empezar de nuevo es creer en el amor y sentir que incluso en el dolor el alma puede cantar y no detenerse jamás”.

Una actitud de este tipo puede llevar a un cambio personal, pero también comunitario, cuando compartimos, en un dialogo sincero y constructivo, nuestras desazones. En ese clima de verdadera amistad, podremos reconstruir un tejido social que reemplace la rabia por reflexión, el miedo por la búsqueda de nuevos caminos, y la desconfianza por esperanza. Nos convertiremos en signo de una nueva forma de construir sociedad.

A veces, realmente, basta una palabra sencilla:
“tú para mí eres importante… ¡porque tú eres tú!”

[1] M. Karram: "Proximidad" - 2024
[2] en: The Economist - El índice de calidad de muerte de 2015. Clasificación de cuidados paliativos en todo el mundo